Jugar a ser Dios.
La secuela de “La Purga (2013)” llegó a los cines chilenos el 24 de Julio, la única noche del año en que todo delito es “legal”. Los servicios de emergencia no responden por 12 horas, tiempo en que la población tiene derecho para desatar sus instintos más bajos con tal de tener el resto del año un país “liberado”. Todas sus reprensiones anuales desencadenan en asesinatos, violaciones, asaltos, etc. todo bajo un marco legal protegido constitucionalmente. En esta entrega, además del terror del que fuimos testigo en la primera, hay un personaje que escribe en su máscara “God” (Dios) y hace y deshace como quiere. Sumado a esto, otra película, estrenada un mes antes, Transcendence (2014), tiene como eje central un investigador que pretende controlar todo, hacerse omnisciente, omnipresente y omnipotente. En esta cinta un joven le pregunta al protagonista: - ¿Quiere hacer un dios, su propio dios?, él responde - No es lo que siempre hace el hombre…
La idea de seres supermillonarios, poderosos y/o sádicos, aprovechándose del resto no es nuevo en el cine, la saga de “Hostal”, 8mm (1999) y al otro extremos, con mayor inocencia pero de igual denuncia, los clásicos de Chaplin, son algunos de los muchos ejemplos de esto. Entonces, si es la misma sociedad la que le da vida al cine, es de donde se recogen las temáticas y quien en definitiva lo paga, ¿Qué obsesión tiene el hombre con ser su propio dios?. A través de la historia sobran ejemplos de “superiores” que imponen su verdad por sobre la de otros y en estas últimas décadas, con leyes de aborto, pena de muerte, eutanasia, etc. que tal vez no es lugar para discutir, tienen por fin darle al ser humano la decisión de dar o quitar la vida a su antojo. La misma historia es la que ha demostrado que es sumamente peligroso dar tanto poder a las personas, nuestra naturaleza es imperfecta y nuestra inteligencia limitada, en cambio Dios es infinitamente sabio. Si el hombre fuera lo suficientemente inteligente se daría cuenta que no lo es tanto como para decidir sobre la vida y la muerte.
Quizás, como siguiere “12 Horas para Sobrevivir (2014)”, en un mañana cercano la única opción para bajar la criminalidad sea dejarla libre una noche al año, con delincuentes creyéndose dioses u otros pretendan controlar el mundo a través de computadoras, o ahora, más actual y aterrizado, votando sobre leyes que quitan o permiten la vida, de cualquier forma, Dios es el único que puede, y créanme, lo que resulta de esas atribuciones, no es bueno.
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