“La muerte está tan segura de ganar que nos da una vida de ventaja”. Estaba escrito en el pizarrón de mi sala, había quedado de la clase anterior, no supe porque estaba ahí. Tenía 15 años y cursaba primero medio. Le di tanta vuelta a esa frase que me obligó a enfrentar la vida con una profundidad distinta. La muerte está ahí, esperando a la vuelta de la esquina, tal vez no como la vemos en el cine, con capucha negra y guadaña, o como en la saga “Destino Final” vengándose de los que la burlan o persiguiendo sin razón aparente a cierta gente, como en El Perfume (2006) y La Ladrona de Libros (2013), pero sí está ahí, y pocas veces da tiempo de preparar tu partida. Muchas veces, tanto los que se van como los que quedan dejan asuntos sin resolver. Que triste es asistir a funerales en donde vez en los ojos de los deudos el remordimiento, ese “por qué no lo hice”, “por qué no se lo dije”. Nunca es fácil decir adiós, pero cuando se comparten los sentimientos y sabes que no te guardaste nada, no hay culpa y es un sentimiento menos agregado a la tristeza.
Hay otro concepto importante relacionado a la muerte: La trascendencia. Anteriormente comentamos que los hijos nos hacen seguir presentes. “Antes de morir, planta un árbol, escribe un libro y ten un hijo” dice el dicho, pero falta algo importante, siembra bondad, eso es más trascendente que todo lo anterior. Cambiar la realidad depende de nosotros, “sé el cambio que quieres ver en el mundo” es el resumen de la gran película española “Verbo (2011)”. Es lo que sembramos en el resto lo que se hace perdurable, un poco de bondad, constante, sumada a la de otros puede hacer un mejor mundo, además de cambiar otros muchos mundos internos.
Al final del día, cuando se apaga la luz, no guardarse nada, para los que quedan y sembrar bondad, para los que se van, es clave. Esto nos obliga a hacerlo siempre, en todo momento, porque sabemos que la muerte llega, pero no sabemos cuándo.
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