La excelencia.
¿Qué importancia tiene un milímetro? A simple vista ninguna. En aparatos de precisión tal vez, pero en construcción e incluso en mueblería, que es un trabajo más fino, nadie se preocupa por los ínfimos detalles, pero conozco a un hombre que sí. Cuando trabaja en muebles descuenta de sus medidas los 2mm que desgasta la sierra circular, el milímetro que ocupa el “tapacanto” (huincha de color para tapar bordes) o pone dos veces la escuadra si es que en la primera raya quedaron 3 mm sin línea. Y no es la medida lo que merece mi admiración, es la búsqueda por la excelencia. Ese milímetro subvalorado es el que hace su trabajo perfecto. 1 mm hace la diferencia, entre lo que hace él y lo que hacen sus compañeros. Ese hombre es mi papá.
Mi padre me ha instruido poco con palabras, las grandes enseñanzas me las ha dado desde el ejemplo y eso es lo que me hace admirarlo profundamente. Una muestra de ello es lo que escribí en Facebook el día del padre recién pasado: “Ayer pasé mi primer Día del Padre con mi papá, pero no comiendo torta, lo pasé trabajando, mi papá no estaba ni ahí, él no cree en los días especiales ni en los regalos. Papás como él ya no quedan. Dios después de que lo formó rompió el molde. Él es de palabra, con un gran corazón, divertido, hogareño, temeroso de Dios y si fuese necesario, capaz de dar la vida por su familia... me encantaría que mi hija viera en mí lo que yo veo en él. Aunque no hubo torta, fue un gran Día del Padre.” Y esa integridad, la que él ha demostrado, es porque el “respeto por los milímetros” lo ha llevado a otros ámbitos de su vida. Me pregunto, ¿Qué sería del mundo si a todo aplicáramos excelencia?.
Un milímetro pareciera pasar por alto, pero los que lo consideran son los que sobresalen del resto. Si ese respeto por los detalles lo plasmáramos en todo ámbito de nuestra vida seríamos factor de cambio. Ya lo hablamos antes y pareciera que toda reflexión nos lleva a lo mismo: podemos cambiar, ser mejor es vivir mejor.
Mi padre me ha instruido poco con palabras, las grandes enseñanzas me las ha dado desde el ejemplo y eso es lo que me hace admirarlo profundamente. Una muestra de ello es lo que escribí en Facebook el día del padre recién pasado: “Ayer pasé mi primer Día del Padre con mi papá, pero no comiendo torta, lo pasé trabajando, mi papá no estaba ni ahí, él no cree en los días especiales ni en los regalos. Papás como él ya no quedan. Dios después de que lo formó rompió el molde. Él es de palabra, con un gran corazón, divertido, hogareño, temeroso de Dios y si fuese necesario, capaz de dar la vida por su familia... me encantaría que mi hija viera en mí lo que yo veo en él. Aunque no hubo torta, fue un gran Día del Padre.” Y esa integridad, la que él ha demostrado, es porque el “respeto por los milímetros” lo ha llevado a otros ámbitos de su vida. Me pregunto, ¿Qué sería del mundo si a todo aplicáramos excelencia?.
Un milímetro pareciera pasar por alto, pero los que lo consideran son los que sobresalen del resto. Si ese respeto por los detalles lo plasmáramos en todo ámbito de nuestra vida seríamos factor de cambio. Ya lo hablamos antes y pareciera que toda reflexión nos lleva a lo mismo: podemos cambiar, ser mejor es vivir mejor.
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