El amor no conoce de fronteras.
“Una Vida Mejor (2011)”, muestra a un mexicano de ilegal en EE.UU. con su hijo adolescente tentado por el “poder” de las pandillas. Una dura vida honesta versus la holgada vida de un pandillero hacen mella en la mente del coprotagonista. Es un drama, y lamentablemente es el que en verdad viven tantos. Siempre me he imaginado lo difícil que debe ser para una persona rehacer su vida en otro país, y no sólo por dejar atrás su tierra, sus costumbres o hasta su familia, sino por cómo los reciben en ese nuevo lugar. No es misterio para nadie los prejuicios hacia los inmigrantes, pero con valentía se enfrentan al día a día lejos de su patria, y si a este desafío agregamos la crianza de un hijo la tarea se hace titánica. Todos ellos merecen mi respeto. Los vendedores ambulantes, empleadas de casa particular, en mesones de comida rápida, todos. Y nombro estos por el roce diario que tienen con la sociedad, con sus chistes ofensivos y su “mala onda”. Dios les de fuerzas.
Fue en 2006 que “En Busca de la Felicidad” remeció con la cruda verdad de un padre luchando por un mejor mañana. Nos hizo ver el dolor y la adversidad que soporta un hombre por amor a su hijo… Ahora sumamos a ese dolor el estar ilegal en otro país.
La esperanza de tener un mejor pasar, es la que da el valor para salir en su búsqueda tras la frontera, si al final, el amor no tiene bandera, ni conoce de aduanas o visas, por lo tanto, uno debiera tener el derecho de vivir por los suyos donde sea. Con respeto debemos mirar al inmigrante, sus esfuerzos y su intención de favorecer a sus hijos, porque después de todo, bajo esa piel distinta, bajo esos rasgos, al mirar a sus ojos, su alma y el amor por los suyos es el mismo que el nuestro.
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